Así mismo, muchos de los alimentos que forman parte habitual de nuestra dieta pueden no ser buenas opciones. Los panes hechos de harinas refinadas, cereales de caja, pasteles y bollería son un ejemplo de ello. Su aporte de nutrientes es casi nulo y pueden ser sustituidos por mejores opciones, mucho más naturales, nutritivas y beneficiosas.
Otro ejemplo de comida de mala calidad son aquellas que se venden empaquetadas como sopas, pizzas o mezclas para postres pueden sacarte de apuro muchas veces. Son prácticas, económicas y están listas en poco tiempo. Cualquiera optaría por ellas en un momento de prisas.
Para dar sabor y conservar esta clase de comidas, es necesario colocar una gran cantidad de sustancias químicas en su preparación. Además, la mayoría de las veces tienen más grasas saturadas, azúcar y sodio de lo que deberíamos consumir.
Evidentemente, nuestro cuerpo no reacciona igual a una manzana tomada del huerto que a un alimento sintético lleno de conservantes y otros elementos que lo modifican. Toda esta combinación de sustancias nocivas puede incidir en la salud y dar origen a malestares.