El sedentarismo, a pesar de lo que mucha gente piensa, no se refiere a aquellas personas que pasan la mayoría del tiempo en su casa. El sedentarismo hace alusión a la ausencia de actividad física regular. Es decir, lo importante no es dónde, sino cuánto ejercicio se hace.
Se contempla como un estilo de vida sedentario aquel en el que se pasan seis horas al día sentado o con menos de 30 minutos diarios de movilidad física. En término de gasto de calorías, una persona es sedentaria si en una semana consume menos de 2.000 calorías, según las fuentes oficiales.
Da igual si las horas las pasas en casa, en el trabajo o en un coche, si estás sentado se considera vida sedentaria.
El sedentarismo provoca a corto y, sobre todo, a largo plazo muchos problemas. El primero de ellos es la reducción de la capacidad para realizar cualquier ejercicio físico, lo que aumenta la sensación de cansancio.
La fatiga permanente impide realizar el ejercicio necesario para combatir la obesidad. A su vez, esta acumulación de grasas en el cuerpo aumenta el riesgo de padecer insuficiencias cardíacas o diabetes.
Otro aspecto en peligro por el sedentarismo es el debilitamiento óseo y muscular de nuestro cuerpo. Este debilitamiento puede llegar a provocar enfermedades óseas y fuertes dolores musculares junto a contracturas, tirones o desgarros.
En el plano psicológico, el sedentarismo también puede dañar nuestra mente mediante el estrés, la ansiedad o la depresión, dificultando nuestra capacidad para conciliar el sueño.